Miguel returned to his old childhood patio one Sunday afternoon. After years away, he needed to reconnect with something more than memories. He lit the grill, placed two thick steaks on the coals, and sat down to watch the smoke rise slowly, as if telling stories only he could understand.
No one else was there. Just him, the sizzling meat, and the distant echo of laughter that was no longer there. Each turn of the steak was a postcard from the past: his father chopping wood, his mother bringing salad, his brother running around in the back.
When the meat was ready, he poured a glass of wine and ate in silence. The first bite was a journey. He didn't need a side dish or company. Just fire, meat, and memory.
That day, without saying a word, Miguel returned home.
Miguel volvió al viejo patio de su infancia una tarde de domingo. Después de años lejos, necesitaba reencontrarse con algo más que recuerdos. Encendió la parrilla, colocó dos bifes gruesos sobre las brasas, y se sentó a mirar cómo el humo subía lento, como si contara historias que solo él podía entender.
No había nadie más. Solo él, la carne chisporroteando y el eco lejano de risas que ya no estaban. Cada vuelta del bife era una postal del pasado: su padre cortando leña, su madre trayendo ensalada, su hermano corriendo por el fondo.
Cuando la carne estuvo lista, se sirvió una copa de vino y comió en silencio. El primer bocado fue un viaje. No necesitaba guarnición ni compañía. Solo fuego, carne y memoria.
Ese día, sin decir una palabra, Miguel volvió a casa.