En una acogedora y elegante cafetería del centro de la ciudad, Alejandro reinaba como el barista más respetado y talentoso. Con años de experiencia y un amor profundo por el arte del café, Alejandro se enorgullecía de preparar lattes perfectos, equilibrando cuidadosamente el espresso con la leche vaporizada. Cada taza era una obra de arte, con delicados rosetones dibujados en la espuma.

Sin embargo, había algo que perturbaba la paz de Alejandro: la canela. Para él, la idea de agregar canela a sus lattes cuidadosamente elaborados era una afrenta a su arte. "El café debe hablar por sí mismo", solía decir con pasión a sus colegas.
Un día, mientras atendía a una fila de clientes, una mujer con una gran sonrisa se acercó al mostrador y le pidió un latte con un poco de canela. Alejandro sintió un nudo en el estómago, pero mantuvo su sonrisa profesional. "Claro, enseguida", respondió, aunque por dentro estaba indignado.
Con cada pedido de canela, Alejandro sentía que se le escapaba un pequeño fragmento de su alma de barista. No podía entender por qué alguien querría arruinar el sabor perfecto de su café con una especia tan invasiva. Decidió que debía hacer algo para educar a sus clientes y proteger la integridad de su arte.
Así que, una mañana, colocó un cartel en el mostrador que decía: "Descubre el verdadero sabor del café. Pruébalo sin añadidos." Muchos clientes se mostraron curiosos y aceptaron el desafío. Alejandro se dedicó a explicarles la complejidad y los matices del café que preparaba, desde el origen de los granos hasta el método de preparación.
Poco a poco, algunos de sus clientes comenzaron a entender su punto de vista y a apreciar la pureza de sus lattes. Sin embargo, aún había quienes insistían en pedir canela. Alejandro, aunque a regañadientes, se dio cuenta de que la verdadera clave para ser un gran barista no solo era preparar un excelente café, sino también respetar y satisfacer los gustos individuales de cada cliente.
Con el tiempo, aprendió a aceptar las preferencias de los demás sin sacrificar su pasión. Encontró una manera de agregar la canela con delicadeza, sin comprometer la calidad de su bebida. Y así, Alejandro logró un equilibrio entre su amor por el café puro y el deseo de hacer felices a sus clientes.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.