Había una vez un hombre llamado Emilio, un contador de aspecto serio y corbata impecable. Durante años, había trabajado en una oficina gris, rodeado de papeles y números. Pero un día, todo cambió. La empresa para la que trabajaba decidió recortar personal, y Emilio se encontró sin empleo.

Después de semanas de enviar currículums y asistir a entrevistas, Emilio se dio cuenta de que no quería volver a la monotonía de una oficina. Recordó las historias de su bisabuelo, un inmigrante italiano que había llegado a Buenos Aires con una receta secreta de pizza. Esa receta había sido transmitida de generación en generación, y Emilio la tenía guardada en un viejo cuaderno.
Una tarde lluviosa, Emilio se paró frente a su pequeña cocina. Miró la receta escrita a mano y decidió que era hora de hacer algo diferente. Así nació “El Castillo de la Pizza”. No tenía un castillo real, pero sí un pequeño horno en su modesto apartamento.
Emilio comenzó a amasar la masa con cariño, recordando las historias que su abuelo le contaba sobre la antigua pizzería familiar en Nápoles. La salsa de tomate, las hierbas frescas y el queso mozzarella se combinaron en una sinfonía de sabores. El aroma llenó su cocina y su corazón.
Al principio, Emilio vendía sus pizzas solo a amigos y vecinos. Pero pronto, la noticia se extendió como el aroma de una pizza recién horneada. La gente venía de todas partes para probar su creación. El pequeño apartamento se convirtió en un lugar acogedor con mesas de madera y sillas desparejadas. Emilio bautizó su negocio como “El Castillo de la Pizza”, en honor a su bisabuelo y su legado.
Las paredes estaban decoradas con fotos en blanco y negro de la familia, incluyendo una del bisabuelo sonriendo mientras sostenía una enorme pizza. Los clientes se sentían como en casa, y Emilio los trataba como amigos. Las historias fluían junto con el vino tinto y las porciones generosas de pizza.
Con el tiempo, “El Castillo de la Pizza” se convirtió en un ícono local. Las filas se formaban en la puerta, y Emilio contrató a algunos ayudantes para satisfacer la demanda. Pero nunca perdió de vista la esencia de su negocio: la receta del abuelo y la pasión por la pizza.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.